domingo, 22 de junio de 2014

La luna y el sol


La luna llama a mi puerta. Me llama y me despierta. Cada día hay más luz en mi alma, más claridad y simpleza fresca; y a la vez las tinieblas hablan. No son voces perturbadas, son voces que claman a la vida y al placer, pues la nada lleva al extremo del todo, y tan solo en ambos se encuentra la verdad.
La verdad no son palabras pues las palabras no existen, la verdad es existencia y es lo que es. Es ese todo que encuentro en la luz y que me habla desde la oscuridad. La oscuridad me habla tanto… se dibuja entre mis senos recorriendo las curvas de mis caderas para dejarse desprender como una ráfaga de aire hacia el suelo, cubriéndolo todo, cubriendo toda las superficie del universo. Todo lo que existe y todo lo que no veo. Y ese todo es blanco y no contiene más que el vacío, pero a la vez, dentro, esconde su poder enfurecido lleno de sangre y sabor; lleno de energía y color; de fuerza y cólera por no estar explotando, pues las tinieblas siempre deben vivir escondidas en la oscuridad. Siempre fueron marginadas eruditas, que lo sabían todo pero tuvieron que callar, pues la verdad no se puede contar con palabras, la verdad hay que vivirla.
El silencio es el motivo más sabio del saber, el silencio deja ver lo invisible y da paso a la imaginación. El erotismo empieza en ese lugar. Pero ¿a quién le gusta de verdad el erotismo? La gente en el fondo tiene miedo de él, pues el erotismo es siempre desconocido y vive en las tinieblas, y allí siempre vivirá, es su hábitat y su oxigeno. El erotismo me tienta a cada paso, pero no lo encuentro en cada esquina. En cada esquina veo luz y sosiego, y eso está bien y me gusta; pero aun así sigo buscando a cada paso esa esquina escondida en la oscuridad, que abre la puerta a esos otros sueños, y que es capaz de tutear a mi interior. Siempre fue así, y siempre la acabo encontrando, porque en realidad vive aquí dentro entre el mi corazón y mi sexo, es solo que ella sabe que no puede mostrarse a cada paso, porque sería entonces imposible conservar la marcha, así que dosifica. Y mientras vive pausada y tranquila, y observando, siempre observando y sin juzgar. Pero en el momento menos pensado va a volver a salir por el hueco, voy a ver ese ojo que se ilumina ahí abajo y me llama a entrar a un nuevo lugar desconocido, donde las fiestas ya no son entre almas vacías, mas entre almas llenas de verdad. Entre almas que también viven pausadas alimentando a su demonio interior. Pues al demonio para que tenga fuerza hay que alimentarlo y darle mucho amor, al demonio hay que quererlo para que tenga poderío. Él es el artista y el que corta el bacalao, y es el que pone el primer pie en el suelo para actuar. Al demonio hay que alimentarlo para que los ángeles vuelen más alto y respiren mejor. Al demonio hay que quererlo como a un padre pues es el que te enseña la lección. El demonio está dentro y su carrera ha sido mal juzgada, pues siempre fueron los estudiosos los que lo llevaron al tribunal. Y los estudiosos, y los que quieren entenderlo todo y hablar de todo, no hablan de nada y encima juzgan mal. Porque ¿cómo se puede estudiar un olor? ¿cómo un sabor? ¿cómo una caricia? ¿una mirada? o ¿un sonido? ¡No tiene ningún sentido! Y además me aburre soberanamente su chachadería sobre el pasado, el futuro o el más allá. ¿Qué hay de este momento? ¿Alguien entiende lo que es estar? ¿Alguien sabe qué es eso? Estar, estar, estar. Solamente eso. Qué difícil es ver a alguien estando… Por eso tan solo los ángeles y el demonio son mis amigos, porque ellos están y están de verdad. Y todo lo demás es superficial, banal y aburridísimo. Y permitir que alguien te aburra es pecado en el reino de la verdad. Yo desde luego no me aburro nunca. Imposible aburrirse poseyendo al demonio y a sus ángeles benditos. Imposible. Y por eso la luna me habla por la noche y el sol por la mañana. Y hace unas horas era la luna y ahora es el sol, y así vamos con el pin y pon.