martes, 19 de marzo de 2013

sobre la penetración


El sexo punzante, ése que da el poder, ése que lo otorga. Te llena de plenitud y de fuerza con su presencia, y su ausencia deja un espacio vacuo donde pasa el aire, sí, y se respira con libertad, también, pero donde falta la llave que cierra la puerta, y por donde se escapan los pensamientos pues.

El sexo del hombre es una de las cosas maravillosas de la naturaleza. Siempre entendí a los homosexuales masculinos, no tanto a los femeninos por asumir la ausencia de esa presencia. Todo el mundo necesita de un sexo erecto penetrando por sus entrañas, todo el mundo necesita sentir la relajación que ése momento de gozo provoca. Hombres y mujeres.
Jamás podría ser lesbiana por la simple razón de la ausencia de ese vínculo externo que se apropia del ser, haciéndolo suyo, haciéndolo uno. Cuando era joven, sin embargo, me preocupaba no encontrar a un hombre rápido, pues pensaba que lo normal es que a los hombres les gustaran los otros hombres, sus sexos y tuvieran la necesidad de apoderarse de éstos dentro de su ser; y pues, que nadie me iba a hacer ni caso a mi, pobrecita, con carencia de miembro fálico aparente.

La penetración.
La acción más completa que efectúa el ser humano a lo largo de su vida, de un modo cotidiano. La acción más armónica, física, psíquica y emocionalmente. Luego existe el arte, que intenta emular, recrear con otros elementos e instrumentos el mismo efecto, y en algunas ocasiones lo logra. El resto son minucias.

El placer auténtico de la penetración dura un segundo, no más.

Penetrar es un verbo que conlleva una acción que en el mismo momento en el que se realiza llega a su fin. Penetro el espacio. Cuando lo penetro ya he dejado de penetrarlo. Ya estoy en él.
La penetración es una acción presente pues. Es un gozo instantáneo y caduco.
El placer de la penetración es el placer de penetrar el vacío y llenarlo con la presencia. Ése es el momento de gloria absoluto. El momento sublime.

Todos hablan de los orgasmos y se obcecan con ellos. Los orgasmos están muy bien, porque forman parte del vicio, y el vicio mola. El vicio, es que quiero más, y más y más, y sí, y ai y venga hasta el fin. Luego ya depende del fin de cada uno. Algunos consideran al orgasmo como su límite y, pues, su fin, y luego se quedan dormidos. Otros somos más viciosos, o más ilimitados, yo qué sé. Pero vamos, que eso ya es otra cosa, pero que de lo que estamos hablando es de algo más místico. Estamos hablando de un pene, grande, bonito, erecto, penetrando un espacio desconocido. Un espacio vacío. Haciéndose un hueco. Y llenándolo de vida por su sola presencia. Et voilà la continuidad, el momento de comunión. Qué maravilla…

Imaginemos a ese espacio vacío en casa, un zapato que busca ser calzado. Por el vacío entra frío. La puerta está abierta, falta gente en la mesa. De pronto la presencia entra presionando con aire cálido y seguro. La comida ya se puede servir, y todos descansaremos mejor esta noche.

Todos tenemos huecos, las mujeres solemos tener dos (bueno ya sé que hay más, pero seamos simplistas), y los hombres uno. Así que todos podemos experimentar la visión que propongo. No acabo de entender porque hoy en día todavía hay tantos hombres que se niegan a descubrir sus propios orificios. A experimentar esa plenitud sublime de la penetración, de dejar que alguien entre en casa, convidarlo, sin miedos a que me robe la cubertería.
Los hombres son muy miedicas eso lo sabemos. Tienen miedo a abrir las puertas de su casa, las puertas de sus espacios, las puertas de sus vidas. Si sus miembros estuvieran más erectos, y pues ellos más seguros de quién son, y de lo que no van a perder, quizás podrían abrir un poco más de puertas y arriesgar. Arriesgar a meter a gente en sus vidas sin el temor de perder su identidad.

La identidad no se pierde si existe.

Entiendo de todos modos que hoy en día es un riego tener identidad, aunque seguramente siempre lo fue.
Para eso hay que ser un bicho raro, una enferma mental como yo, una outsider, o vete tu a saber. Eso dicen cuando dices lo que dices. Que no es más que lo que piensas. El problema es que nadie dice lo que piensa, solamente dicen sin pensar, y por eso no piensan y no piensan eso que dicen.
Yo qué sé. Y a mi qué más me da.
Supongo que tendrán su propia excusa, el dinero, el trabajo, los niños, la depresión, el partido del miércoles. Lo se siempre vamos. Excusas. De fuera. Nunca de dentro.

Y mientras tanto ni penetran ni se dejan penetrar. Con lo bien que se está dentro del huequito. Ahí sin moverse, quietito quietito por un momentito.

Yo soy mujer, y no puedo penetrar físicamente, con un pene, claro, que es la gracia. Por eso penetro el espacio del mundo por cada hueco que me encuentro abierto y vacío, con ganas de ser penetrado, fecundado. A mi me gusta penetrar. Y una vez que he penetrado el espacio que me penetren. A mi me gusta que me penetren también. Que me penetren mientras yo penetro al mundo. 
Jajaja.... Como mola. Me encanta esta visión tan penetrante.