domingo, 14 de mayo de 2017

adiós Freddy

Hola Freddy,

Tenemos que hablar… no sé cómo decirte esto… No es la primera vez que sale el tema, y pensé que la última vez que hablamos llegamos a un acuerdo, pero parece que todavía no te ha quedado del todo claro…

Freddy, tío, tienes que dejar de asustarme.

Sabes que te quiero y aprecio tu estilo, eres sexy y me pones cachonda lo sabes, pero esto no puede continuar así. Llevas años acorralándome, encerrándome en habitaciones oscuras, en altillos y trasteros, y cantándome la puta canción “ 1, 2 Freddy viene a por ti. 3, 4 cierra la puerta. 5, 6 coge un crucifijo. 7, 8 mantente despierta. 9, 10 nunca más dormirás”.
¡Freddy, ya no puedo más tío! Tengo 33 años y sigues cantándome la misma vaina, noche tras noche coño…
Esta vez va en serio: me tienes harta. Como Cristo a sus 33 años voy a coger al final el puto crucifijo -que nunca lo he tenido antes a mano, porque me daba cosa cortarte el rollo, pero ahora ya está tío, se acabó-, me toca resucitar. Cojo el crucifijo y a tomar por culo, te lo clavo en el corazón, en los cojones o donde me pille antes, que ya estoy harta de tanta tontería.

Freddy coño, ¿es que no te das cuenta que todo tiene un limite? A mi también me gusta jugar pero esto ya es abusar. ¿Es que no te das cuentas de las consecuencias de tu putito “hit” de canción? Llevo toda mi vida escondiéndome Freddy, desde pequeña. Toda la vida encerrada en mis propios altillos imaginarios, con una tensión interna de la hostia, pensado todo el rato que estás ahí, y que vas a aparecer. Y si todavía fuera verdad y aparecieras y echásemos un polvo o algo, pues yo que sé, guay, pero es que ni eso!
Y mientras tanto la puta canción va sonando en mi inconsciente “1,2…” y así ando todo el día, corriendo con el 1, 2 en mi cabeza, contando los segundos que me quedan antes de encontrarte. Y me ha cogido tanta tensión y tanta angustia que hasta se me ha olvidado qué es lo que pasa si me encuentras. Y por si acaso, mientras, yo me he dicho que debe ser algo malo; y de tanta paranoia no paro de maltratarme a mi misma; como si fuera tu propia sirvienta, la que ejecuta los deseos del señor. No, si tonto no eres Freddy, desde luego. Tú te inventas una mierda de canción y los demás se tienen que currar el resto. ¡Venga ya! Yo ya estoy harta de hacerte el trabajo duro Freddy. Si tienes dos cojones, ven ahora y a ver qué pasa, porque tanta expectativa me tiene ya aburrida.

Freddy, lo siento pero tu canción no la vuelvo a pasar por mi disco, búscate otra victima si quieres, se acabó lo nuestro. Ya no te tengo miedo Freddy.

Y si se te ocurre volver a pasar por casa, procura tener la polla bien dura, porque sería lo único que podría salvarte el error.

Que te vaya todo bien.

Tú ex-sacrificada

jueves, 12 de enero de 2017

los desconocidos


Tratémonos como dos desconocidos.
¿Es eso?
Después de tanto tiempo vivido.
Ahora tenemos que jugar a los desconocidos.
Al desconocimiento.
Al ignorarse y hacer ver que no nos vemos.
Hacer ver que no sabemos.
Hacer ver que no nos queremos…
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Eso nos dijimos la última vez.
Pero todo esto es tan solo una tapadera.
Todo esto es como un wáter atascado de mierda.
Y tiras de la cadena, pero el agua tan solo quiere subir, y desbordar por la boca.
La mierda quiere subir y te amenaza con ello.
Te amenaza porque sabes que si sube, si sale por la boca, todo se va a tomar por culo.
Todo lo que tiene que ver con tu razocinio se va a tomar por culo.
Y tan solo va a haber fango.
Tienes miedo de ese fango, y quizás yo también empiece a tenerlo.
Yo, que siempre me creí tan “aun-tén-ti-ca”.
Juego ahora al juego de los cobardes como cualquier otro ser mediocre.
Juego a callarme, y a tapar lo que mi corazón chilla.
Juego a ser adulta, y saber que todo pasa.
¿Todo pasa?
¿De verdad?
Pasar no pasa nada sin que te pase a ti en consecuencia.
Ese juego de adultos es el que borra las sonrisas de todos los que conozco mientras van haciéndose mayores.
Madurez se le llama.
Y una mierda madurez.
Tristeza.
Eso se llama tristeza queridos amigos.
Tristeza de haber dejado escapar tantas oportunidades.
Tristeza de haber vivido tan poco.
Tristeza de no creer más en que algo pueda cambiar.
Le llaman también nihilismo, y es tan solo tristeza.
Tristeza del aburrimiento de hacerse mayor y olvidar que es el riesgo.
Se les cae la baba cuando ven a los bebes…
Son tan puros.
“Ellos todavía pueden tener ilusión por algo”.
“Ellos tienen todavía toda la vida por delante”.
Porque el resto ya estamos muertos ¿verdad?
No. No me pidas que nos tratemos como dos desconocidos porque no lo pienso hacer.
Porque hemos follado, reído y llorado, saltado, cantado y bailado, hablado, escrito y chillado.
No me pidas que todo lo que existe en esta vida sea solo lo que tengo delante de mis ojos.
Porque yo voy mucho más allá…
Y este juego, el juego de la vida, es mucho más serio que este juego finito de tres dimensiones.
Mucho, mucho más serio.
Estoy en tu cama y en tu pensamiento.
En tus agallas y en todo tu amor.
Así que no me pidas que todo se vuelva nada.
No me pidas ser hipócrita jamás.
No me pidas ocultarme, ni ocultarte.
No me pidas ser cobarde y olvidar.
No me pidas nada de todo eso y todo esto te pido yo.
Te lo pido y te lo pido por favor.

lunes, 28 de noviembre de 2016

la monja temeraria desvirgó al miedo


Pequeña reflexión sobre la culpabilidad, el hacerse mayor, la responsabilidad, la temeridad, los accidentes, y el miedo. Sobre todo el miedo…
Me doy cuenta que el “miedo” y esa “responsabilidad” del por si acaso, de visualizar por avanzado, etc., a veces no te hace vivir el día a día, y que el día que luego me suelto, lo hago totalmente y de forma un tanto temeraria. Y que sin embargo, por ser temeraria jamás me ha ocurrido nada grave, mas que sin embargo, por culpabilizarme después de haberlo sido, sí, siempre, y de hecho cada vez más y más fuerte. Y es que es la culpabilidad la que crea accidentes y hace que luego cojas miedo, y que dejes de hacer cosas, y que esa “responsabilidad” tonta se incrementa con los años, y que cada vez haces menos, y te ocurren menos cosas locas, y que eso no puede ser, y que la vida hay que vivirla y disfrutarla, y que sin locuras esto no tiene sentido.
Y me doy cuenta de las paranoias que yo a veces me monto por el miedo a tener un accidente, a hacerme daño, a cualquier cosa, y veo como eso condiciona la vida: ya no sales tanto, no coges el coche, no haces esto o lo otro…
Y pienso que no puede ser, que ya va siendo hora de superar ciertos miedos y de imaginar cosas que no han ocurrido.
Que el tomar riesgos siempre formó parte de mi, y el no pensar demasiado también. El flow y el let it go. Y que el flow está aquí y ahora, y a nadie le hace daño nada que le sienta bien. Que todo está en la cabeza, y que la culpabilidad es la peor de las enfermedades.
Y que quiero ser temeraria de nuevo, temeraria en la falta de miedo, temeraria en el me da igual, temeraria en la confianza y temeraria en la ilusión.
Loca y temeraria de nuevo y a tomar por culo la falta de responsabilidad que oculta al miedo y a su peor hija: la culpabilidad. Que se encerró en un convento para que su padre, el miedo, no la riñera por nada.
A tomar por culo padre miedo, aquí tu hija la culpable se abre la sotana y se encuentra en pelotas de nuevo, corriendo libre por los pasillos de la vida, que no tienen paredes, ni techos, ni azulejos con los que chocar; y en las que el ser temerario es más seguro que quedarse sentado por miedo a lo que pueda pasar.
Al viento todavía nade le ha dado un golpe que sepa yo. La piedra sin embargo los recibe todos y en cada golpe un pequeño trozo se fractura de su ser, un pequeño trozo de sí desaparece.
El viento, eterno, infinito y temerario, no se quebrantó jamás. Así que ahí vamos a ir a partir de ahora, con el viento fresco a todas partes y sin nada mas.

La droga es la piel


Los humanos, que no somos nada más que una combinación de oxigeno, carbono, nitrógeno e hidrógeno, los componentes químicos de toda forma vida, a veces nos sorprendemos de según que reacciones que nos acontecen, y creemos que son mágicas e incomprensibles, cuando en realidad son pura ciencia, ciencia de la química, y de los principios básicos que la componen.

La observación sigue siendo la mejor de las escuelas. Sigue sin tener título, y sin estar reconocida por la ley, porque de hecho si lo tuviera, les quitaría el trabajo a todos los demás oficios.

Observando pues, un día descubrí que la mejor droga era la piel. Si la llamo droga es porque así se llaman las adicciones, y pues esas “cosas” que el cuerpo nos demanda como una necesidad física y química, como si sin ésta uno no pudiera vivir.

La mejor droga siempre fue la piel. La piel de dos amantes que empiezan a entrelazar sus cuerpos, a conocer sus aromas mutuos, a descubrir el placer de la fusión. Fusionarse como cuando la heroína se fusiona en la sangre, recorriéndola toda, irrigando cada pequeño conducto de ser. Así es la fusión de la piel. Así su efecto transcendente en la mente. Como la mejor de todas las anfetaminas, más creativa en su efecto que cualquier champiñón o tripi, más perspicaz que cualquier cocaína, más embriagadora que el puro alcohol y más relajante que cualquier marihuana.

Así es la piel de genuina. La mejor de todas las drogas conocida. La menos nociva y las más completa de todas, la más sencilla de adquirir y de consumir, la más fácil de compartir, la menos costosa, y la más divertida también.
Así es la piel. La droga por excelencia que todos llevamos siempre encima.

Y pensar que hay gente que se olvida que tiene piel… pensar que hay gente que destroza sus vidas y la de los otros con otras drogas mucho más mediocres, sabiendo que la más fuerte de todas, la que me va a conectarte más con el cielo mientras te ancla más en la tierra, la tenemos aquí, justo aquí.
Supongo que esa es la diferencia entre todas las demás drogas y la piel. La falta de conexión con lo terrenal. Las drogas te desconectan de la materia, que no está mal como experiencia; pero desconectándote de ésta la destruyen, porque, ¿para qué necesitamos materia si estamos viviendo en los cielos, en lo inmaterial? Y pues, claro, cuando a veces uno se da cuenta que está desapareciendo como ser humano físico, como ser humano social, conectado al mundo material que le rodea, pues, a veces es justo demasiado tarde, o simplemente el mirar atrás y ver como todo se ha ido pudriendo (pues la materia cuando no esta habitada de pudre, como lo hacen los cadáveres), pues a veces deprime un poco.
Qué pena tener que perder la oportunidad de vivir la experiencia de la materia que nos ofrece esta vida. Pues tal cual somos hoy, no seremos nunca más una vez desaparezcamos.
El otro día escuché una frase muy interesante de una mujer que había matado a una persona. Ella decía que la gente piensa que matar a alguien es muy difícil, y ella decía que no, que es lo más sencillo del mundo, y que precisamente ese era el problema. Si nadie nos enseña a valorar lo que tenemos no podremos apreciar jamás lo fácil que es perderlo.
Queridos todos, amen ustedes más a sus cuerpos. Hagan más el amor, con amor, no por sexo, no por consumir. Paren de consumir mierda, desde las drogas, hasta las emociones, pasando por la comida, los intereses y las relaciones.
Crean en la piel, dróguense de piel. En exceso. A más no poder. Hasta que revienten de placer.

domingo, 15 de noviembre de 2015

ESTA NO ES NUESTRA GUERRA, PERO SÍ ES NUESTRO MUNDO

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 El pasado viernes 13 de noviembre fue la gran matanza aquí en Paris, aquí en occidente, debajo de esta casa en la que vivo desde hace más de dos años, en este barrio que tanto amo, y en esta ciudad que tanto simboliza en la historia de todos y todas, de aquellos que hemos nacido, crecido o vivido en este llamado occidente.

Quieren que creamos que éste es el inicio de una Tercera Guerra Mundial, y muchos, seguro, quieren ir a luchar esa batalla. Yo no. Yo no siento que la guerra sea el foco primordial ahora, el foco ahora es la creación: cómo vamos a crear esta nueva era, este nuevo mundo que nos está chillando ya por salir desde el vientre de esa madre que ahora somos todos.

Ya no hay marcha atrás, ya no hay más preparación, somos lo que tenemos hoy y lo que nos falta lo encontraremos en el camino; pero esto ya ha empezado, la nueva era ya está en marcha, ya tiene el terreno preparado, y ahora tan solo tenemos, nosotros, los humanos de este nuevo mundo, que empezar a trabajar en la dirección correcta.

Me siento perdida como los protagonistas del libro que ha caído en mis manos en las últimas semanas “La respuesta del ángel”; que, por supuesto, como buen libro, no llega nunca por casualidad a las manos de uno, porque la casualidad, ya sabemos, no existe.
Ese libro se abre estos días hacia la mitad de sus páginas, cuando los ángeles proclaman que ya no hay tiempo que perder, que Lili, Gitta, József y Hanna tienen que actuar ya. Y ellos ni siquiera saben por dónde empezar, y los ángeles les dicen que no tienen nada de qué preocuparse, que si tienen fe y claro su objetivo, el orden del universo (ése al que muchos llaman Dios) estará con ellos para ayudarles a preparar el resto de los detalles.

Me siento como ellos con la misma sensación, medio perdida y al mismo tiempo sabiendo que mi postura es firme, y que mi grano para el cambio esta aquí preparado, en mis manos; porque yo, como el resto de nosotros, formamos parte de este mundo, SOMOS este mundo, y cuando uno ES, puede ser lo que uno quiera, y puede moldear y cambiar su ser tal y como se lo proponga.

Parece que el estado islamista está marcando sus pautas de guerra, sus ganas de confrontamiento, de que todo esto explote, de que todo esto vaya a más, que el odio crezca, que el dolor se imponga, y sobre todo, que el miedo corra por todas partes. Dos no se pelean si uno no quiere.

Hace 70 años los protagonistas de mi libro vivían en esa sociedad donde los nazis, recorriendo Europa, perseguían y exterminaban a los judíos a su paso, creando pánico, y a una sociedad atemorizada a su alrededor.
El pánico no es nuestro aliado ahora, ya que ésta no es nuestra guerra, pues no queremos lucharla, pero éste sí que es nuestro mundo, y sí queremos que éste sea mejor.

Nunca podremos cambiar que haya locos por el mundo. Ni locos, ni listos, ni tontos, ni feos, ni guapos, ni blancos, morados, o rojos o azules, o simpáticos, o fanáticos o escépticos. No podremos cambiar el carácter de las personas, pero sí podemos cambiar el mundo en el que esas personas viven, para que vivan mejor. Sí podemos crear un mundo más equitativo y donde el hambre no reine en la mayoría de los pueblos, y así el odio no crezca tampoco. Somos diferentes, pero todos somos humanos, todos necesitamos tener un hogar, comer y sentirnos en seguridad. Todos. Y seguramente somos nosotros, los que tenemos esas necesidades cubiertas por el momento, quienes debemos, porque podemos, por lo menos todavía, tomar el tiempo para reflexionar, el tiempo para ver cuál es el grano que nosotros vamos a plantar en este nuevo mundo para que florezca y dé frutos, y así el mundo crezca de un modo diferente.

Esa es nuestra labor ahora y la acción a emprender, y no la de tener miedo.
El miedo está con la muerte, y ya forma parte de nuestro pasado, así que imposible mirar atrás, porque si lo hacemos tan solo encontraremos el horror de todos los errores que venimos cometiendo.
¿Hacia dónde queremos ir? ¿Qué tipo de futuro queremos tener delante de nuestros ojos? ¿Nos atrevemos a soñar mejor? Atención no más o más alto, sino mejor.
Si no soñamos mejor tan solo veremos muertos en nuestras calles en el futuro, como ahora, muertos sin culpa, muertos que se preguntan por qué.
Pero el por qué ahora ya no es importante, ya que hace referencia al pasado. Lo importante es el cómo, cómo vamos a cambiar todo esto.

No tengo ni idea de la logística que ese cómo conlleva, pero sí sé que la respuesta a ese cómo es: con AMOR.
Tan solo con amor se puede construir este nuevo mundo que tanto necesitamos.
Con odio tan solo se crea la antítesis, la muerte.
Así que preguntemos a nuestro corazón cuando dudemos en este nuevo camino, qué haría nuestro corazón, él siempre nos dará la respuesta acertada.

No más muerte. Basta ya de guerras.
Pensemos más allá.
Cada uno, individualmente, y luego con la fuerza de la mente colectiva; pensemos, y cultivemos ya los granos de nuestra nueva creación.



Paris, domingo 15 de Noviembre 2015

miércoles, 21 de octubre de 2015

la culpa


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Yo culpo, tú culpas, él culpa, nosotros culpamos, vosotros culpáis, ellos culpan.
Yo me culpo, tú te culpas, él se culpa, nosotros nos culpamos, vosotros os culpáis, ellos se culpan.
Yo te culpo, tú me culpas, él te culpa, nosotros la culpamos, vosotros nos culpáis y ellos los culpan.

Culpa, culpa y culpa.

De todas las culpas, la más nociva es la del reflexivo hacia uno mismo. Yo me culpo, tú te culpas, él se culpa, nosotros nos culpamos, vosotros os culpáis, ellos se culpan.
No nos damos cuenta del mal que nos hace esa culpa, que tenemos tan intrínsecamente pegada a nuestras venas y arterias que cuesta la vida poder sacar.

¿Sabíais que la culpa forma malformaciones en los fetos, cánceres en los niños y accidentes en los adultos?

Cuando me culpo de lo que hago, de lo que dejo de hacer, de lo que soy, de lo que no estoy siendo, o de lo que no estoy haciendo y lo que hago, lo que quiero hacer y lo que pienso, y lo que no pienso, y lo que no vivo, y lo que vivo también, y… y… y… ¿qué puedo pretender que me acontezca con toda esa culpa intoxicando cada una de mis acciones y de mis no acciones?
Tan solo puede provocar una cosa: una punición.

¿De dónde viene la culpa? Seguramente de la religión. ¿Y qué hacía la religión cuando alguien pecaba?: punición. Qué hacían nuestros padres: punición. Qué hacían nuestros maestros: punición. Qué hacemos nosotros a nuestros hijos: punición. Qué hacemos con nuestros sublevados: punición. Con nuestros amigos: punición. Con nuestros amantes: punición. Con nosotros mismos…: PUNICIÓN.

Y esta última sin duda es la más grabe de todas: la autopunición causada por la autoculpa.

A ver, no quiero ser categórica, si a uno le gusta la marcha, todo está bien, si uno se sabe masoquista no hay ningún problema, la punición se vuelve placer y todos tan contentos. Pero para ser masoquista hay que ser consciente de ello y hay que decirlo en alto y dejarse poner a cuatro patas con el ojete al aire, sino no vale.  Ahí acepto la culpa y la punición, porque se vuelven teatro, y el teatro es una representación, una sublimación de la vida, y pues okey, eso es un juego, y los juegos causan risa, y la risa es humor, y sin humor la vida sería una mierda. Pero culpa y punición con inconsciencia, no.

¡Ya basta de culpabilizarse por todo lo que hacemos!
El problema no es lo que hacemos, ¡el problema es la culpa que decidimos cargar por ello!

Si fumas, fuma con placer y vivirás toda tu vida. Si bebes, bebe con gusto y el sabor te hará crecer. Si jodes, jode bien, y tu cuerpo se llenará de dicha. Pero joder, beber y fumar con culpa no. No me jodas. Para eso, no hagas nada, pégate un tiro o métete en un monasterio y cava tu propia tumba en vida que será mejor que estar jodiéndote y jodiéndonos con tu culpa de mierda.

La culpa mata. Mata a los demás, pero sobre todo te mata a ti mismo, y no hablo tan solo desde un punto de vista psicológico, sino de pura física, de glóbulos rojos, blancos, de hígados, tumores y almorranas.

La culpa es moralista, y hace moralistas a todos aquellos que la padecen, y a todos aquellos que se auto-castigan después por ello.

La culpa crea enfermedades. Todas. La culpa es el mayor tóxico que hay.

Asumir cariño, esa es la clave, asume y sé lo que eres, sé lo que quieres ser o lo que puedes, pero asúmelo. Lo bueno y lo malo, lo que te gusta y lo que no, lo que quieres cambiar y lo que no te atreves porque tienes miedo. Asume tu coraje como debes asumir tus debilidades.
Y nunca nos libres del mal, pues éste también hay que asumirlo. Amen.

lunes, 6 de abril de 2015

la imaginación

 Dibujar espacios vacíos en la imaginación a veces fue más interesante que vivirlos.

¿Por qué será eso?
Es extraño y a la vez certero que hay cosas que sientan mejor cuando uno las imagina que cuando uno las vive.
Cosas que hacen vibrar más al cuerpo, sentirse más pleno, sentirse mejor.
¿Será eso malo?
***

Antes pensaba que sí, pensaba que los sueños eran placebos malignos que luego hacían que la realidad tomase un peso de decepción.
Pero la decepción tan solo aparece si pretendo vivir mis sueños en la realidad, ¿pero qué ocurre cuando tan solo quiero vivirlos en esa otra dimensión?
Quién dijo que los placebos son malos, cuando son tan capaces de curar una enfermedad como una droga química real.
Nuestra cabeza y nuestra imaginación son las encargadas de crear cada una de las sustancias químicas de nuestro cuerpo, pero para hacerlo no necesitan de una realidad tangible, pueden valerse de un sueño.
De todos modos, ¿qué es la realidad o el sueño?
Durante toda mi vida llevo experimentando que cada sueño que he tenido se ha acabado haciendo realidad.
Todo lo que vivo hoy es tan solo mi sueño de ayer.
Así es y así seguirá siendo.

Lo que quiero decir con todo esto es que me estoy dando cuenta que la vida me parece más bella cuando soy yo quien escribo el final del cuento. Que a veces hay cosas que no vale la pena consumar, mas dejarlas abiertas para que la imaginación se regocije a su antojo.
Esto es nuevo, pues antes siempre hubiera defendido la acción a toda costa, y el suicidio si incluso éste hacía falta para esa acción. Pero ahora me estoy dando cuenta que no.
Que hay cosas que no pasarán nunca ahora, pero que sin embargo yo necesito vivir en este momento, y que para ello necesito dejarme llevar por mi imaginación.
Que hay vidas y personas con las que me cruzaré cada noche pese a que no sepan que soy yo quién las camina y quien las habla.
Y que todo eso me llena tanto a veces como me llena la realidad cuando me trae las increíbles sorpresas que me trae de vez en cuando, ésas que sabía que iban a llegar un día, más tarde, pero que claro ya había olvidado porque fueron sueños del ayer y hoy ya estoy viviendo otra cosa en esos sueños.
***

Cuando dejas de ver al mundo como una sociedad organizada y lo abstraes para ver tan solo un espacio vacío, donde todo está conectado, todo es posible, y todo fluye naturalmente como un río; la imaginación empieza a volar. Los límites y las definiciones se desdibujan y todo toma un color blanquecino, y el sol, que tampoco está definido, brilla por todas partes.

Y en fin, ese mundo me gusta y me hace sentir bien.
Es el mundo que luego se convierte en mi mundo, así que habrá que cuidarlo ¿no?
Si no cuido mi imaginación, si no la trabajo, si no la domino, y me vuelvo una especialista en ella, ¿cómo puedo luego pretender tener una vida llena de colores, sabores y texturas?
Uno vive lo que es capaz de ver. Así que para ver más allá, necesito explorar más allá.
Y el más allá tan solo está en nuestra cabeza y en nuestra imaginación.
Hay que ejercitarlo pues.
Ejercitarlo sabiendo que es un ejercicio.
Sabiendo que tan solo estoy preparando el terreno, ensayando, para luego poder dar la cara cuando la realidad llegue.
Lo bueno de los ensayos, en los sueños como en el teatro, es que tienes el derecho a equivocarte, a probar sin buscar resultados, a que todo sea un pasaje y una experimentación.
Lo bueno de ensayar mucho con esa consciencia abierta, es que cuando llega el día de la actuación nada cambia para ti pues has practicado tanto el estar que todo fluye y todo viene suavecito, incluso los imprevistos.
En el teatro como en la vida, la actuación tan solo es un pasaje más de todo el proceso creativo anteriormente trabajado.
Para el teatro y para la vida, la imaginación es la única fuente que tenemos para elevar cualquier situación y sublimarla a algo más.
Y la sublimación es la única manera de sentirse inspirado.
Y la inspiración la única manera de seguir respirando.